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Dorelia Barahona Riera

 

El límite siempre culpó al límite

de que la vida

estuviera de algún lado.

 

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Benjamín Prado -

Desde el final.
Al borde
de mí mismo.
Tan lejos.
En donde las ventanas
encendidas, son sólo otra pieza de la noche.

Detrás.
Abajo.
Al límite.
En el sitio en que todo se reúne en nosotros
igual que dentro
de un sólo hombre suena
el bosque entero.

La tarde forma pájaros sobre las azoteas.
Del color rojo sale una manzana.
En el perro que ladra
se van acumulando los tablones.
Salta un delfín
y es, durante un segundo,
parte del cielo.

Allí.
En el fondo.
Al filo.
Donde Nietzsche escribía:
"Di tu palabra y rómpete".
Donde nadie te espera.

Donde todo
esclarece,
descifra,
echa su red,
dibuja sobre ti su diana.

Camino hacia nosotros dos,
regreso
donde todo comienza.
y tú dices:
-Volver es una forma de llegar al final.
Volver es una forma de que nada termine.

Tú sabes
de qué hablo:
las cosas que no somos,
el lugar
donde están los poemas;
donde busco
adivinar quién soy, además de yo mismo.

Julio Platero Haedo -

Hay una línea de Verlaine que no volveré a recordar.
Hay una calle próxima que está vedada a mis pasos,
hay un espejo que me ha visto por última vez,
hay una puerta que he cerrado hasta el fin del mundo.
Entre los libros de mi biblioteca (estoy viéndolos)
hay alguno que ya nunca abriré.
Este verano cumpliré cincuenta años;
La muerte me desgasta, incesante.

Jorge Luis Borges -

De estas calles que ahondan el poniente,
una habrá (no sé cuál) que he recorrido
ya por última vez, indiferente
y sin adivinarlo, sometido

a quien prefija omnipotentes normas
y una secreta y rígida medida
a las sombras, los sueños y las formas
que destejen y tejen esta vida.

Si para todo hay término y hay tasa
y última vez y nunca más y olvido
¿Quién nos dirá de quién, en esta casa,
sin saberlo, nos hemos despedido?

Tras el cristal ya gris la noche cesa
y del alto de libros que una trunca
sombra dilata por la vaga mesa,
alguno habrá que no leeremos nunca.

Hay en el Sur más de un portón gastado
con sus jarrones de mampostería
y tunas, que a mi paso está vedado
como si fuera una litografía.

Para siempre cerraste alguna puerta
y hay un espejo que te aguarda en vano;
la encrucijada te parece abierta
y la vigila, cuadrifonte, Jano.

Hay, entre todas tus memorias,
una que se ha perdido irreparablemente;
no te verán bajar a aquella fuente
ni el blanco sol ni la amarilla luna.

No volverá tu voz a lo que el persa
dijo en su lengua de aves y de rosas,
cuando al ocaso, ante la luz dispersa,
quieras decir inolvidables cosas.

¿Y el incesante Ródano y el lago,
todo ese ayer sobre el cual hoy me inclino?
Tan perdido estará como Cartago
que con fuego y con sal borró el latino.

Creo en el alba oír un atareado
rumor de multitudes que se alejan;
son los que me ha querido y olvidado;
espacio, tiempo y Borges ya me dejan.