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George Stigler

 

     Memorias de un economista. La ciencia lúgubre.

     El profesor que influyó mucho en mí y en la mayoría de mis compañeros fue Frank Knight. Era un crítico irreverente de científicos e instituciones, y era indicativo de su escepticismo hacia toda autoridad y de su vigor intelectual el hecho de que a veces él mismo no podía leer sus ejemplares de libros importantes: ¡estaban literalmente llenos (incluso entre líneas) de comentariso escritos! Estaba ya pasando del estudio de la economía al de la filosofía y la religión, a esta última como agnóstico profundo. Una famosa figura hipotética en economía es la del homus economicus, un individuo perfectamente racional que calcula con precisión los costes y beneficios de cada acción y, consecuentemente, emprende aquellas acciones cuyos beneficios exceden a sus costes. Knight en una ocasión observó, en el curso de una conferencia en la Facultad de Teología de la Univesidad de Chicago, que el hombre económico y el cristiano perfecto tenían una cosa en común: ninguno de los dos tendría amigos.
(...)
Sin embargo, su falta de inclinación a rendir pleitesía a cualquier atoridad, excepto a la razón, le llevaba a una forma espedial de antiautoritarismo: no existía el más ligero atisbo de condescendencia en su relación con los estudiantes. Escuchaba nuestras observaciones al menos con la misma atención que prestaría a un profesional famoso y, de hecho, era, a veces, absolutamente embarazoso que prestara tal atención a nuestros inadecuados puntos de vista.



     Se cuenta la anécdota de cómo un joven estudiante acudió precipitadamente a Viner y le dijo: "Acabo de descubrir al primer economista matemático americano".
Viner replicó: "¿Se refiere usted a Charles Ellet?"
—¿Cómo lo sabe?
—Es el único economista matemático americano de primera hora que queda por descubrir.


     Lo bueno es que el examinador puede cambiar rápidamente de un tema en el que el candidato no lo está haciendo bien para explorar otras áreas en las que él o ella pueden hacerlo mejor. Por supuesto, con frecuencia los examinadores debaten unos con otros en una sucesiva media hora, utilizando al candidato como excusa. En un examen, Arthur comenzó preguntando al candidato, una joven, si lo sabía todo sobre los ciclos económicos y, por supuesto, ella dijo que no. Arthur continuó: "Hágame preguntas durante media hora".


     Los economistas tienen una teoría en la que tengo gran fe, la de la preferencia revelada. Afirma que la gente revela sus verdaderas preferencias a través de sus actos, no de sus palabras.

 

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