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Hernán Bravo Varela

 

En cuanto a ti, el desierto.
Suelta la música,
ábrete la carencia,
dolor, la duna franca;
cansado de pensar
lo húmedo y lo seco,
separados;
la playa o la creación
y tu cabeza.
¿No escuchas
las reverberaciones,
la bilis en el blanco
por obra de la luz
o de su espectro
que no alcanzas
porque lo de la abuela
no se toca?
Pues sí, lo que parece
un vómito
común, tu soledumbre,
su nana por la noche
del lavabo
—así de blanca y doble
tu desaparición,
así
de inútilmente puros
cráneo y hemisferios
que a fuerza de pensar
te brillan fuera—,
tan sólo fue
tu propio llamamiento.
En cuanto a ti,
que confundes
escala y escalera,
lo único
posible es el comienzo.

 

7 comentarios

Hernán Bravo Varela -



Palabra simple el día que nos toca,

calendario del vuelo favorito,

como una colección de manos

que dibuja dos sombras.

Acaso en cerradura y ojos,

sin tiempo que elegir, ha vuelto el día,

su girasol pendiente de la noche.



Pero vuelven a abrirse el día y la ventana:

esporas en el puño que sujetaba fresas.

Casa adentro,

sol y nieve permiten a la sombra

de esas manos decir el aleteo,

es hora de dormir, adiós abierto.


Hernán Bravo Varela -




También el cuerpo: corredor que destella en la costumbre

de conocerse sombra, la estatua que volvía,

ojos que coinciden en la espalda que se va.



Una fidelidad, pero del cuerpo.

Brújula la boca, está esperando el sur.

En plena aparición del vidrio que la cubra,

sin dirección de labios ni descanso.



Lo que en verdad llamaba aquí,

desde anoche se nombra como cuerpo.



Hernán Bravo Varela -




CHILLIDA


A Nicolás Pinkus



Entre que fue
para nosotros tanta
la puerta que se nos
habría de haber
abierto encima, estamos
aquí en medio,
llegados. Ven,
que no se cierra el aire
a sostenerse en pie,
a dar con una casa
donde sobre el espacio
para mover las cosas
del lugar que ocupaba
su vacío;
para quitar los ojos
de la llave
que abría el agua
en dos, los que quedamos
desviviéndonos
por llegar a salir.
Consistiera el quehacer
en no tapar el sol
con la palabra
que tuvo a bien
darnos en sombras
su acero sin forjar,
la voz de su incendiarse.
Ayer,
no movimos un dedo:
el alabastro estaba,
el peine que peinaba,
ese camino
de volver
a tomar el camino.
Ahora
que se le hace de noche
al mundo y a la puerta,
pasa de largo, estate
tú también,
como una aldaba. Pasa.*



*Ante la Puerta de la libertad.



Hernán Bravo Varela -




…y esa vela velándote
la demasiada sombra
para verte,
tendida ahí,
en un aparte níveo.
Indecididos,
indeterminados,
no sé si el corazón,
corazonada,
o si exterior bodega,
como suele
pasar al dividir
la noche sobre dos.
Memoria mía,
están por apagarse
los pabilos posibles,
y esa muerte
va de pedir
a despedir
—se nos agotan olas
para romper con eso
que solía
hundirse en una trama—;
de cortar a cortar
por el camino
más largo hacia la sombra
en lo que vuelves
de no volverme a ti;
va de clavarse
a desclavarse,
y esa vela
te aluza muellemente
los ojos del dormir,
y el 24 en puerta,
el cuarto 24,
a las afueras
de cuanto nos fantasma,
no sabe ser un día
después
ni sus contadas horas.*


Hernán Bravo Varela -




“Eras la piedra,
aunque me parecías
llamar como una boca:
seguidilla
tu círculo cerrado,
aparición del agua
que te gritaba esposa.
Sin ser guijarra,
te creí encinta.
A pleno sol,
entre palomas
que salen al campo,
la piedra —tú—
había estado sola,
solamente.
Fácil el día en que el cielo
sea azul
(decirlo, decir algo)
con levantar el vuelo
de la vista.
Quien camina tu ruta
debajo de la nieve
no ve claro;
el silencio que bate
cardinal,
sin centro, todavía.
El alma de lo dicho
no es un pájaro.
Apenas frío, busco
tu dicha, enmudecer.
¿Cómo llegar a ti
sino callando?
Pero si dirigiera
mis pasos a tu inicio
dejándote de hablar,
me mentiría.
Quiero decir ahora,
destemplado,
el bosque al que me invierno.
En la nevada tanta
se hizo noche,
oscura la blancura.
Parvaba alrededor,
de blanco, como nieve.
Adidía.”

Hernán Bravo Varela -




Tente, te digo ahora.
No le hagas casa
a los de más,
los mucho menos huérfanos.
Cáete con toda tú,
catástrofe querida.
Que no nos vengan
con gallitos,
su guerra de tercera,
navaja en atolones,
si no es por dar la cara
como das la hora,
que ya bastante ha sido
tenernos en la luz
difícil
de ojearnos contra el día.
Tente en el aire,
poca cosa.
Volarnos, despojados
del bien entre los bienes,
nos sienta aún
encima de esta tierra
quemada de tan vista.
El halo
de sol en tu anular
los dedos señalantes
nos basta a ti
y a mí. Tenme, guirnalda
de tu misma boda;
carguemos una cruz
con el perdón
de aquellos que olvidamos.




Vayámonos yo y tú.
Muerte de un hijo
no tenido,
tengámonos, tengámonos.


Hernán Bravo Varela -




Decir desde otro nombre otoño en blanco,
harina que en el nombre se contiene
y parte de la mesa, en que dilata
su vocación feroz entre las manos.
Y un punto, sólo al fin, que permanezca
en medio del mantel o de la boca.
Convidado silencio en la tiniebla
de la casa; ventana que resiste
el nudo en la garganta o en la tela:
antelación, retorno hacia los pájaros.