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Leo Strauss

 

 

III. Sobre La historia de la guerra del Peloponeso de Tucídides

 

             En su discruso en Esparta, los atenienses van mucho más allá. Afirman que se vieron compelidos a fundar su imperioy a llevarlo a su forma presente en primer lugar a causa del temor, luego por el honor, y por último también por interés. Si ser inducido por el honor o la gloria y en especial por el interés se considera ocmpulsivo, es difícil entender cómo una guerra o la adquisición y el ejercicio del poder tiránico por parte de una ciudad sobre otras puede alguna vez ser injusta. En consecuencia, cuando repiten los tres motivos que obligan a las ciudades a hacerse imperiales, los atenienses alteran el orden y hablan de "honor, temor e interés". Incluso llegan a decir que Atenas sólo respetó lo que siempre estuvo establecido, a saber, que los más fuertes controlan a los más débiles, esto es, que es necesario recurrir al miedo para justificar el imperio; la innovación no reside en los atenienses sino en los espartanos, que ahora de repente recurren al "discurso justo" que hasta ese momento no había impedido a nadie que fuera lo bastante fuerte para engrandecerse a sí mismo.

 (...)

             Las declaraciones de los atenienses en Melos son tan escandalosas porque justifican su imperio y, por lo tanto, en última instancia, sus actos contra Melos sólo por la necesidad natural en virtud de la cual los fuertes -quienesquiera que sean- dominan a los débiles y, por consiguiente, tratan toda consideración a la justicia -como la justicia superior del imperialismo ateniense comparado con el imperialismo de una potencia bárbara- con extremo desdén.

(...)

             Los monumentos son muy visibles o evidentes y no son útiles; un bien no tiene que ser evidente para ser útil. Los monumentos son ambiguos y existen para ser mostrados; un bien útil posee una solidez sin ambigüedades. La diferencia entre los monumentos sempiternos de las cosas malas y las cosas buenas y el bien sempiterno que es útil señala la diferencia entre el universalismo brillante y falso de la ciudad y el universalismo genuino del entendimiento.

         

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