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Manuel Lozano

 

 

 -Por favor, repítanme eso: es sobre la fragilidad: la melodía.

George Bernard Shaw


Para Astor*

Desde lo lejano se arrastra la suntuosa.
No es fácil ignorar su presencia en este reino a oscuras,
el himno que cantó hasta sollozarse, disecarse,
acallar las feroces raíces que vienen desde el mar
y toman de mi raza su cabeza.
¿Quién dirá que es antiguo este albergue,
que fue habitado por crótalos y melopeas,
y en su brasa debe arder el principio?
¿Cómo recuperar el traje devorado por polillas
hasta la transfiguración del hijo inmóvil?
Tiemblan las Dominaciones.
Celebran las Potestades.
(Huellas.
Cascotes.
Estuche de sombras del amor
que fuera transformado.
Un mártir.
Este jardín de brazos sumergiéndose en suburbios.)
¿Y qué es ahora Buenos Aires
más que una pleamar de astillas en el centro del mundo,
menos que el néctar de sangre chorreando por los ojos?
Sí, como al Cristo guardián de los hambrientos
-perdido en las carnicerías de una murga tan sola-
yo te araño todo el luto, Buenos Aires.
¡Hay escamas raramente soberbias en el misterio!
Vi arrojar una invasión de hombres -su sudor, su escalofrío-
por el filo, al alba, de una aguja.
Me aposté contra maderas, contra el humo hirviendo
de la luz quemada muy baldía.
Quise narrar, narrarme,
narrar hasta morirme de vida
en el lugar nunca contado con las lenguas del viento.
Ansiaba una iluminación como un aullido
que olvidara la más remota y altísima palabra.
La que pudo estar en todas partes, no volverá jamás,
no puede estar de nuestro lado.
Resultaría difícil retener siquiera un pliegue
del vestido que crece
y ha de cubrir el mundo.

 

París, enero de 1995/Buenos Aires, 2006

 

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