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iuristantum

Première

 

 

 

            Nunca sonrío si puedo evitarlo. Mostrar los dientes es señal de sumisión entre los primates. Así que cuando alguien me sonríe, todo lo que veo es a un chimpancé suplicando por su vida.

-Dwight Schrute

 

 

 

HT: Dangerous darwinian

 

2 comentarios

* -


Jojojo...


(Risa cínica, no de Mamá Nöel)


ae -



Llamó anteayer el señor Vicente Carbona, uno de los fundadores de Cultura 3.0, versión española del movimiento por la Tercera Cultura. Es un hombre tranquilo, bostoniano, pero daba muestras de una singular agitación:
–Oye, que me han escrito del ministerio de Igualdad. Una carta insólita.
Me cogió en la calle y hasta un par de horas después no pude leerla. Decía la carta: «He visto la presentación del estudio Cultura 3.0 a través de la página web de Edge. ¿Cómo es posible que en el equipo de trabajo sólo haya una mujer? Le agradecería su respuesta. Atentamente.» Esta fría exigencia de explicaciones, tan burocráticamente amenazante, iba firmada por Ana Moltó, y había sido enviada desde la dirección anamolto@migualdad.es. La señora Moltó figuraba como Directora de Programas en el Instituto de la Mujer, un organismo del ministerio dirigido por Bibiana Aído.
Llamé a Carbona y le dije que no se preocupara, y sobre todo que no picara en el anzuelo. En España abundan los bromistas, eso le dije. Y la red los favorece. Pero que para quedarnos seguros no costaba nada saber si la señora Moltó existía, en los términos anunciados, y si lo había hecho.
Existe, y lo hizo.
Pasada la primera euforia que siempre produce la constatación de la estulticia ajena me quedé sombrío. Cultura 3.0 es un proyecto cuesta arriba. Estimulante y necesario, pero sostenido por la voluntad y el trabajo gratuito de un puñado de personas. Su corte radical frente a la superstición en sentido lato no le augura relaciones excelentes con el establishment. Ni siquiera con el autodenominado establishment progresista. Otro cosa sucedería si en vez de obstinarse en salvar fosos de conocimiento, se dedicara a excavar fosas. A los pocos días de su presentación una alta funcionaria pública se dirige a un miembro de la iniciativa. No le ofrece ayuda, sino exigencias. Que por qué hay sólo una mujer entre los cinco miembros del Consejo de Redacción. ¡Una funcionaria ocupando su trabajo (y pagándola, nous) en detectar incumplimientos de paridad a este asombroso nivel! Carbona, que es educado, no le refregó los números de la Junta Directiva, donde él es el único hombre entre cinco fenómenos naturales. Ni la animó a alistarse: ¡y a que trajera chicas!, como en los guateques.
Siempre arrugo la nariz ante la exageración semántica. Así me pareció excesivo que se llamara orwelliano al ministerio del Concepto. Nada hay más infalible que una palabra grande para tapar un hecho oprobioso. Pero no es la única razón. Se trata, sobre todo, de que la naturaleza imita al arte. Y basta llamarles orwellianos para que se pongan a hacer honor a su nombre.
(Coda: «La ciencia es el gran antimeme, porque no contempla restricciones basadas en supremacías, identidades y etnias.» Vicente Carbona. Cultura 3.0)