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Un problema difícil



 

       La primera cuestión es el dualismo. Se trata de una idea muy popular. Hace un tiempo la revista Edge convocó a su famosa pregunta con el clarín: «¿Cuál es tu idea peligrosa?» Si hubieran preguntado por la idea (falsa, digo yo) más incrustada en el hombre la respuesta habría de ser el dualismo cartesiano, es decir, la existencia de dos entidades separadas (mente y cuerpo). Uno de los rasgos fascinantes de la conversación de Blackmore es observar cómo el dualismo reaparece en el mismo corazón de los científicos. Por ejemplo en las posturas que mantienen David Chalmersel matrimonio Churchland. El primero dice que, aun en la hipótesis de que todas las funciones cerebrales queden algún día descritas, aún habrá algo que explicar; y ese algo es la conciencia, es decir la experiencia subjetiva del rojo, del dolor o del olor del café. Los Churchland lo niegan con ademán enérgico: la conciencia sólo ES esos procesos cerebrales y cuando queden aclarados el llamado «problema difícil» —exitoso copyright de Chalmers que alude a la dificultad de entender cómo tejidos cerebrales (objetivos) dan lugar a experiencias (subjetivas)— quedará aclarado también. Ya sabes que mi furioso materialismo, tan matrimonial por otra parte, está con los Churchland; pero aun tratando de ser imparcial lo cierto es que resulta fácil advertir en el discurso de Chalmer la vieja creencia de que debe-haber-algo-más. De ese dualismo más o menos enmascarado se deriva también una grave consecuencia epistemológica: Chalmer insinúa que «el problema difícil» no podrá resolverse jamás. Pat Churchland encuentra ridículo ese pesimismo. La inteligente e intensa señora Churchland, que no tiene apego a declarar que prefiere navegar en bote por los rápidos que ir a un museo.

       El segundo problema emergente es el libre albedrío, es decir, la capacidad de los hombres para decidir sus acciones. Si eso existe o no. Una gran mayoría de los conversadores opina que no existe y que todas las decisiones humanas están determinadas por sucesos biológicos y culturales (genes y memes) que vienen de atrás. Pero, llamativamente, todos ellos dicen vivir como si la libre elección existiera, porque un mundo sin la ilusión de la decisión les parece insoportable, moral y estéticamente. Sobresale la respuesta del físico Kevin O’Regan, un tipo realmente interesante especializado en los fenómenos de la percepción.

Sue: ¿Crees que tienes libre albedrío?

Kevin: Sí, como todo el mundo. Incluso los robots creen que tienen libre albedrío, aunque no lo tengan

 


http://www.arcadiespada.es/2010/03/27/27-de-marzo-2/



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[¡El Notario!]


Estimado señor Espada:

Sobre el libre albedrío.

La tesis que considera que las decisiones humanas están determinadas (determinismo) pero que, pese a ello, realmente nos sentimos agentes libres se denominacompatibilismo.

El determinismo es la doctrina que entiende que cada evento, acción o elección, es el efecto o consecuencia de una previa cadena causal. La secuencia causal se retrotrae en cada caso tanto como sea preciso, y cada evento integrante de dicha serie es un efecto necesario, no meramente probable, de todo lo que antecede.

Tal afirmación es coherente con el hecho de que yo no soy una parte especial de la Naturaleza, sino que inexorablemente formo parte de su flujo causal que va del pasado hacia el futuro.

Tal determinismo es compatible con la innegable sensación subjetiva de libertad que experimentamos continuamente, ya que una y otra vez sentimos que decidimos una cosa (por ejemplo, escribir estas líneas) en lugar de otra (no hacerlo.)

De modo que estoy enjaulado por el determinismo. Ahora bien, la jaula en la que me encuentro se mueve conmigo cada vez que lo deseo (así lo siento cada vez que tomo una decisión.) Por tanto, quizás no tenga sentido hablar de jaula alguna. O posiblemente yo sea una marioneta, pero los hilos que me manejan son tan enormemente largos que no alcanzo a ver como es tal manejo, por lo que olvido o ignoro la existencia de tales hilos (por cierto, no hay divinidad: nadie maneja los hilos.)

No es extraño que la mayoría de los autores entrevistados en el libro de Blackmore sigan la línea compatibilista, ya que es mayoritariamente dominante en la doctrina. Yo la siento paradójica, pero simultáneamente la intuyo cierta.

[Ideas tomadas del excelente The Latest Answers to the Oldest Questions, de Nicholas Fearn.]

Un saludo,

José-María Navarro Viñuales, desde su jaula.

 

 

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