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José Luis Gómez / Francisco Quevedo

Scott Atran

 

 

Entrevista 1:

http://www.terceracultura.net/tc/?p=3506

 

Entrevista 2:

http://www.elcultural.es/revista/letras/Scott-Atran/33896

Nicholas Wade

 

 

 

En El País

http://elpais.com/autor/nicholas_wade/a/

 

Entrevista de Daniel Arjona en El Cultural

http://www.elcultural.es/revista/ciencia/Nicholas-Wade/35853

 

Variaciones problemáticas del tema humano, por Eduardo Zugasti

http://www.terceracultura.net/tc/?p=7081

 

La excomunión de Wade, por Eduardo Zugasti

http://librosdeholanda.blogspot.com.es/2014/08/la-excomunion-de-nicholas-wade.html

 

El "antirracismo científico" que viene, por Eduardo Zugasti

http://librosdeholanda.blogspot.com.es/2015/01/nicholas-wade-en-espanol-el.html

Adelino Cattani

 

 

Las reglas del discurso y los movimientos de la polémica

http://www.uv.es/sfpv/quadern_textos/v32-33p7-20.pdf

Arcadi Espada

 

 

Entrevista en Highway

http://www.revistahighway.com/2015/01/13/arcadi-espada-el-periodismo-no-debe-preocuparse-de-responder-el-porque-de-nada/

Yukio Mishima

León Felipe por Héctor Alterio

El paradigma de la conformidad de Asch

Steven Pinker

Gregorio Marañón

http://www.rtve.es/alacarta/videos/imprescindibles/imprescindibles-gregorio-maranon/2954264/

Chema Madoz

 

 

http://www.rtve.es/alacarta/videos/imprescindibles/imprescindibles-chema-madoz-regar-escondido/1687267/

Gabriel Ferrater Mora

 

 

http://www.rtve.es/alacarta/videos/imprescindibles/imprescindibles-gabriel-ferrater/2461607/

 

Inmanuel Kant

 

Qué es la Ilustración

http://pioneros.puj.edu.co/lecturas/interesados/QUE%20ES%20LA%20ILUSTRACION.pdf

Robert Hass

EL PRIVILEGIO DE SER 

 

Mucha gente está haciendo ahora el amor. En el cielo, los ángeles,
en el imperturbable éter y el cristal de los deseos humanos
se trenzan mutuamente los cabellos, que son rubios rojizos
y tienen la textura de los frescos ríos. De tanto en tanto miran
hacia abajo el trabajoso éxtasis
–les deben parecer como aves sin plumas chapoteando
en la cama encharcada–
y luego una mujer que está por acabar,
le hace abrir los párpados a un hombre y le dice:
“Mirame”, y él la mira. ¿O es el hombre
quien descorre el telón en el teatro a oscuras?
Se miran entre sí de todos modos;
dos seres con dos ojos evolucionados,
rapaces, sorprendidos, pegados uno al otro por la panza
con una baba lúbrica increíblemente dulce,
y los ángeles se sienten desolados. Les indigna. Tiemblan, patéticos,
como litografías de mendigos victorianos,
con facciones perfectas y la piel de alabastro, vestidos con harapos
en el callejón sórdido de la novela.
A todas las criaturas les ofende esta pena.
Se parece al lamento que la luna deja escapar a veces
cuando sale. A los amantes les resulta especialmente intolerable,
los llena de indecible tristeza, de tal forma
que otra vez cierran los ojos y se vuelven a abrazar,
y cada uno siente la singularidad mortal del cuerpo
que durante una hora han alzado de la muerte con su magia,
y un día, mientras corren al atardecer, ella le dice al hombre:
“Me levanté tan triste esta mañana porque caí en la cuenta
de que vos no podrías, por mucho que te ame, mi querido,
curar mi soledad”, y toca su mejilla para reconfortarlo
y que vea que no quería herirlo diciendo esta verdad.
Y el hombre no se siente precisamente herido,
entiende que la vida tiene límites, que algunos
mueren jóvenes, sus amores fracasan
como sus ambiciones. Va corriendo a su lado,
y piensa en la tristeza que han logrado abortar
con sus lamentos, cobijándose ambos con formas inventadas
y antiguas de la gracia y torpe gratitud, listos para volver
a estar solos o acaso insatisfechos, o a no ser más que buenos compañeros,
como esas parejas en la playa que leen un artículo en alguna revista
sobre la intimidad entre los sexos,
y después se lo leen en voz alta entre sí,
y luego a los inmensos, analfabetos, reconfortantes ángeles

 

Chet Baker

Anton Chéjov

 

CARTA DE ANTON CHEJOV A SU HERMANO MAYOR NIKOLAI

Moscú, 1886

¡A menudo te me quejas de que la gente no te entiende! Goethe y Newton no se quejaban de eso… Sólo Jesucristo se quejó, pero él estaba hablando de Su doctrina y no de Sí mismo. La gente te entiende perfectamente. Y si tú no te entiendes a ti mismo, no es culpa de nadie. 
Te aseguro, como hermano y como amigo, que te entiendo y te aprecio con todo mi corazón. Conozco tus grandes cualidades como conozco la palma de mi mano. Las valoro y las respeto profundamente. Si quieres, para demostrar cuánto te entiendo, puedo enumerar todas esas virtudes. Pienso que eres amable hasta extremos de blandura, magnánimo, generoso, listo para compartir tu último centavo; no sientes ni envidia ni odio; eres sencillo de corazón; tienes piedad por los hombres y por los animales; eres confiado, sin resentimiento ni malevolencia y no eres rencoroso. Tienes un don del que otra gente carece: tienes talento. Ese talento te sitúa por encima de millones de hombres, porque en la tierra sólo uno entre dos millones es un artista. Tu talento te distingue de los otros: si tú fueras un sapo o una tarántula, incluso entonces, todo te sería perdonado. 
Tú sólo tienes un fallo, y lo falso de tu posición, tu infelicidad y tus problemas intestinales son debidas a él. Se trata de tu extremada falta de cultura. Perdóname, por favor, pero “veritas magis amicitiae”… Verás, la vida pone sus condiciones. 
Para sentirte bien entre gente educada, estar como en casa y feliz entre ella, uno debe ser cultivado en cierta manera. El talento te ha introducido en ese círculo, tú perteneces a él, pero… estás siendo apartado. Y es que las personas cultivadas satisfacen, en mi opinión, las siguientes condiciones: 
1. Respetan la personalidad ajena, y además son siempre amables, gentiles, educados, y listos para ceder ante los otros. No montan un escándalo porque una herramienta se haya perdido; si viven con alguien no lo entienden como un favor que hacen, y no andan diciendo, !nadie puede vivir contigo! Disculpan el ruido y el frío y la carne seca y la presencia de extraños en sus casas. 
2. No sólo tienen simpatía por los mendigos y los gatos. Su corazón se duele también por lo que su ojo no ve. Se levantan de noche para ayudar, para pagar la universidad de sus hermanos, y para comprar ropas a sus madres. 
3. Respetan la propiedad ajena, y pagan sus deudas. 
4. Son sinceros, y temen a la mentira como al fuego. No mienten ni tan siquiera en pequeñas cosas. Una mentira insulta al que la escucha y le pone en una posición humillante a los ojos de quien la cuenta. No fingen, se comportan en la calle como en casa, no presumen ante sus camaradas más humildes. No son dados a la charlatanería, ni fuerzan a los otros a escuchar confidencias no deseadas. Por respeto a los demás a menudo mantienen silencio en vez de hablar. 
5. No se desprecian a sí mismo para despertar compasión. No manipulan los corazones de otras personas para sacarles algo. No dicen, soy un incomprendido, o me he convertido en alguien de segunda fila, porque todo eso tiene un efecto barato, es vulgar, falso… 
6. No tienen una vanidad hinchada. No les importan esas ridiculeces como conocer a gente famosa, o estrechar la mano al borracho P. Si ganan un poco de dinero no lo malgastan como si hubieran hecho cientos de rublos. 
7. No presumen de entrar en lugares donde otros no son admitidos. El talento verdadero se mantiene siempre oculto entre la multitud, y tan lejos como sea posible de la publicidad. Incluso Krylov ha dicho que un barril vacío puede tener más eco que uno lleno. 
8. Si tienen talento lo cuidan. Sacrifican a ese talento el descanso, las mujeres, el vino, la vanidad… Están orgullosos de ese talento. Además, son cuidadosos. 
9. Desarrollan un sentido de la austeridad. No pueden irse a dormir con la ropa puesta, ver cucarachas por las paredes, respirar aire viciado, caminar sobre el suelo que se ha escupido, cocinar sobre una estufa aceitosa. Buscan tanto como sea posible contener y ennoblecer el instinto sexual. Lo que quieren en una mujer no es solamente una compañera de cama… No buscan esa agudeza que se manifiesta en la mentira continua. Quieren, especialmente si son artistas, frescura, elegancia, humanidad, la capacidad de una mujer para ser madre… No beben vodka a cualquier hora de la noche y del día, no olfatean en las alacenas porque no son cerdos. Beben solamente cuando están de recreo, en ocasiones. Defienden una mens sana in corpore sano. 
Y todo eso. Así es como es la gente cultivada. Para ser cultivado y no estar por debajo del nivel de tus semejantes no sólo es necesario haber leído The Pickwick Papers y haberse aprendido el monólogo de Fausto. Lo que se necesita es trabajo constante, día y noche, lectura continuada, estudio, voluntad… Toda hora del día es preciosa para ello. 
Vuelve a nosotros, estampa la botella de vodka, túmbate y lee… a Turgenev, si quieres, a quien no has leído. Tienes que renunciar a tu vanidad, no eres un niño… pronto tendrás treinta años. ¡Este es el momento! Yo lo espero. Todos lo esperamos de ti.
A.Ch.


Henry Michaux

 

Un ciel
un ciel parce qu’il n’y a plus la terre,
sans une aile, sans un duvet, sans une plume d’oiseau,
sans une buée

strictement, uniquement ciel
un ciel parce qu’il n’y a plus la terre

Après le coup de grisou dans la tête, l’horreur, le
désespoir
après qu’il n’y a plus rien eu, tout dévasté, sabordé,
toute issue perdue

un ciel glacialement ciel

Obstrué à présent, barré, bourré de débris ;
ciel à cause de la migraine de la terre
dépourvue de ciel

un ciel parce qu’il n’y a plus nulle part où poser la
tête

Traversé, rétréci, rentré, rogné, défait intermittent,
irrespirable dans les explosions et les fumées
bon à rien

un ciel désormais irretrouvable

 

Arcadi Espada

 

 

Querido J:

Carmen Rigalt, que lleva dentro el ritmo de la columna y practica a veces un costumbrismo desengañado y eficaz, escribió este martes, muy oportunamente, un artículo sobre el te quiero. Más o menos enmascarada en el plural contaba su caso cuando aludía a la imposibilidad de expresar las emociones de sus hombres, que nunca le han dicho estas dos palabras. Cada cabeza es, como mínimo, un mundo, pero tú y yo, querido amigo, sabemos que las palabras bloqueadas fueron un meme de época. Nuestra generación consideraba que el te quiero era una concesión y una bajeza. Y lo consideraban hombres y mujeres por igual, que ya habían superado la rudeza de paso de la adolescencia. A cualquiera le sucederá lo mismo, cuando echa una ojeada a su pasado; pero creo que nuestra generación es realmente misteriosa y no encuentro fácilmente razones que expliquen su laconismo sentimental. Recuerdo que las compañeras consideraban el te quiero algo agresivo y hasta machista, entregadas a la certeza de que acercaba demasiado el amante al propietario. En cuanto a los varoncitos, era aún más inexplicable. No queríamos identificarnos con el macho cabrío que se negaba a sí mismo otro derrame que el de la eyaculación; pero al mismo tiempo considerábamos que la verbalización sentimental era una disipación burguesa que un joven progresista no podía permitirse. Recuerdo bien en qué momento de mi vida pude decir te quiero con plena libertad; y recuerdo el desahogo y que había pasado algún tiempo y algunas novias.

El artículo de Rigalt contrastaba luego esa frialdad generacional con la exuberancia presente: «Ahora resulta que aparece una moda y todo el mundo se quiere o dice que se quiere. Me refiero a la moda de declararse continuamente sin venir a cuento. Ahora ya no decimos ciaoagur antes de colgarle el teléfono a un amigo. Hoy se ha impuesto el te quiero.» La epidemia, entre la gente de una cierta edad y un cierto orden, es espantosa y va ligada a otras formas de ligereza como el uso del tuteo. A mí suelen forzarme al tuteo, desde eso que ha dado en llamarse el círculo íntimo, para que evite hacerme «aún más antipático.» Y quién ha olvidado el momento inmortal en una panadería de Bilbao cuando entrando nuestro Santiago González, con su madurez y su porte, y sus 100.000 películas vistas, la panadera afrontó así el hecho: «¿Qué quieres, cari?».

El vaciado de las palabras no afecta sólo a los sentimientos, sino a la vida pública y la política

Mi generación piensa que en las películas en blanco y negro se decían la verdad del corazón

El vaciado de las palabras no afecta sólo a los sentimientos. La operación se extiende a los ámbitos de la vida pública, y en especial a la política. Con la misma despreocupada alegría que la teleoperadora dice te quiero al despedirse del cliente, las teleoperadoras en masa gritan libertad en las calles. El original de las cosas parece estar cayendo en una sima cada vez más profunda y los tiempos denotan una suerte de hiperplatonismo francamente desagradable. En su On Bullshit, que nos consoló en épocazapatera, la que tan untuosamente encarnó el te quiero indiscriminado, Harry G. Frankfurt cita unos versos de Longfellow (The Builders, Los Arquitectos) que eran lema de la famosa casa Wittgenstein, dedicada a la vigilancia del sentido. Dicen los versos: «En los viejos tiempos del arte / los creadores trabajaban con sumo cuidado / cada elemento, por diminuto e invisible que fuera, / pues los dioses están en todas partes.» Quizá Luchino Visconti conocía los versos. Una vez, repasando el escenario donde iba a filmar una escena, abrió los cajones de una cómoda y los encontró vacíos. Ordenó de inmediato que los llenaran de finas mantelerías. Pero el encargado le explicó: «Señor, estos cajones no se ven en la escena.» «Dios sí los ve», zanjó el maestro. Frankfurt trae los versos de Longfellow a su alforja: «De manera que no se barría nada debajo de la alfombra. O dicho quizá de otra manera, no había lugar para la charlatanería.»

La tentación melancólica es constante y dura de sobrellevar. Parte del supuesto de que, cuando entonces, las palabras decían lo que decían y sólo lo que decían. Un conjunto tautológico muy confortable. Un mundo serio donde las palabras expresaban compromisos nítidos y firmes con la realidad y con los otros. Un mundo donde las palabras luchaban contra la confusión en vez de contribuir a su onda expansiva. Un mundo donde las palabras trabajaban contra la arbitrariedad y el capricho y no permitían que su música, a veces tan hipnótica, pudriera los poemas. Un mundo donde regían la verdad y la mentira, bolero; pero jamás la charlatanería, la caca de la vaca, el aciago y disolvente bullshit.

Sin embargo, amigo mío, no tengo noticia de que ese mundo haya existido. Nunca viajé más allá de la sombra platónica. Nuestra generación tiende a pensar que en las películas de blanco y negro las palabras decían la verdad del corazón y los asuntos, los compromisos que expresaban eran firmes, y la propia ambigüedad disfrutaba de la clemencia del rigor. Pero sobre esa presunta seriedad verbal se ciernen decenas de millones de muertos. Un gigafracaso. Algo que nuestra época, tan lacia y lela, tan fraudulenta, cargada de personas que dicente quiero y no me acuerdo, va evitando con su andar disparatado, con su trapicheo de géneros, con el tonillo sobón que es la banda sonora de su moral, y hasta su moral misma. Un mundo inflacionario, sin patrón oro ni metro iridio. Donde, juiciosamente, todo el mundo prefiere doblarse antes que romperse. Si alguien dijera que se trata de la mejor época de la humanidad, no sería palabrería.

Sigue con salud

A.

 

Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799)

 

 

          "En el año 1764 dejé de creer que uno puede convencer a los oponentes con argumentos impresos en libros. No es para eso, por tanto, por lo que tomo mi pluma, sino meramente para molestarles, para infundir fuerza y coraje a aquellos que están de nuestra parte y para hacerles saber a los demás que no nos han convencido" 

 



David Gandy