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Pretextos

 

 

"No existe la excusa de la edad. Lo aprendí a los 17 años cuando le llevé un cuento a Carmen Martín Gaite y lo leyó con su habitual generosidad. Aún noto la punzada. «No tiene ningún interés. Pero, claro, te lo digo sin tener en cuenta la edad. Tener en cuenta la edad sería humillarte.»"

 

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"Existe, también, el halago indiscriminado como forma de vida. Yo escribo debajo de quince cuentos y de diecisite poemas:

qué lindo, qué bonito, qué chulo, qué precioso...

y aseguro, para mi próximo texto, al menos diez comentarios idénticos. Favor con favor se paga.

Por otra parte, ha generado entre sus habitantes una serie de interrelaciones personales que traspasan la red. Ello significa que cuando tu libroamigo del alma inserta una estupidez monumental por lo mal compuesta tú, que eres su amiga leal y sabes que le acaban de robar el coche, que su novia se fue con el lechero y que las paperas lo tienen en cama con unas fiebres de caballo, te sientes en la obligación de animarlo un poco ¡pobrecito él!, y en lugar de escribir:

Niño, ¡más que error esto es un horror!, colocas bajo su texto:

Querido Sinforoso, no acabo de reponerme de la impresión. Tu historia juega a la distorsión gramatical desde una perspectiva morfológica de deconstrucción de la narratividad digna de la Escuela Carmelita de Amiens. He tenido que leerlo tres veces para comprender toda la cripticidad polisémica que encierra. Felicidades por esa caliginosidad inigualable...

Al autor le desciende la fiebre un grado del gusto y tú ya cumpliste con la buena obra de la semana pese a no haber entendido del texto de la misa la mitad y haberlo tildado de pesado con, no podía ser menos, muy finas palabras. Pero, eso sí, la respuesta quedó elegante en extremo.

Éste es, un poco, el juego que todos jugamos por más que levantemos la cabeza muy dignos para decir que nosotros

...Escribimos siempre lo que pensamos, le siente como le siente al destinatario, y aunque sea éste Dios mismo bajado del cielo...

Mentira, mentira y tres veces mentira...

Claro que, en esta esquina, somos todos muy serios y mantenemos con nuestras propias letras una relación casi incestuosa. Así que, ante conatos de algo parecido a crítica -generalmente de carácter digamos peyorativo- el autor en cuestión salta como sapo enfurecido a defender a capa y espada a ese hijo que tanto le costó parir. Eso cuando es, el citado autor, persona medio razonable. Porque, cuando no lo es, aulla la cantinela ésa de:

No me importa lo que me digas, yo escribo con el corazón, con el hígado, con el estómago... Son mis letras y son para mí...,

A mi entender, las tales letras escritas con la entraña, en vez de con el diccionario o la gramática, deberían quedarse quietecitas en la víscera que las genera y no exponerse a los ojos ajenos que, es evidente, no están preparados para juzgar las intimidades anatómicas del escritor en cuestión."

 

2 comentarios

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'El dardo en la palabra' (qué duda cabe que descansa en paz). Gracias por devolvérmelo a la memoria :)

Probablemente el halago sea, amén de enteramente inútil, de la máxima pereza intelectual, porque pervierte la que debería ser, de poner cuidado en su empeño, conditio sine qua non de la crítica: una prosa aticista sin ápice de condescendencia. Claro que para ello es preciso haber leído, pero leído, a fin de, por largo tiempo, mesarse muchos cabellos solitarios.

En cuanto a mí, de cititis recidivante alevosa con gran claridad de confusión a días alternos -todo vaguerío a la altura del halago- ya ni me acuso, que es atenuante.

Abracísimos, como dice usté.

Nora Gale -

¡Vaya dardo! Y menuda puntería. Entre los halagos y los pasos intermedios que se saltan como vallas en una carrera de obstáculos, sí, la crítica está al borde de la asfixia. Aunque me acuso de mojar la pluma en bilis.