Blogia
iuristantum

(José Antonio) Miquel Silvestre

 

 

              Creo que, en general, hay muy pocas ideas. Las ideas son muy caras, exigen pensar, y ya sabe usted que, en España, de cada cinco cabezas, una piensa y las demás embisten. Lo que sí abundan son los prejuicios. Un prejuicio es una línea de puntos que tenemos que rellenar. Es como si nos dijeran: Si los empresarios gordos son fascistas y explotadores, don Zacarías, mi obeso jefe que me obliga a trabajar para pagarme el salario es..." y ahí ponemos "un fascista". Y ya tenemos completa toda una oración. Y así, poco a poco, prejuicio a prejuicio, podemos hacer una novela de mil páginas, una crónica periodística o un discurso político.


*


        Busco el humor, pero el humor atroz de la sonrisa de un caníbal. La transgresión como actitud deliberada es hoy el ademán más burgués y afectado posible. Hoy ser excéntrico, rebelde, inconformista o loco romántico, es ser un atocinado funcionario cultural.


*

 

         Estéticamente, el fracaso es mucho más atractivo que el éxito. El fracaso fácilmente incita a la empatía y a la compasión, sin embargo, la exhibición del éxito resulta pornografica. Genera rechazo. Además, nuestra esencia cultural es judeocristiana, y como tal exalta el sufrimiento, la pasión, el dolor. Me siento más cercano de los antihéroes que de los triunfadores. Ahora  bien, no trato de exaltar el fracaso como virtud ética, porque, éticamente, el fracaso no ennoblece en absoluto. Por el contrario, propicia el victimismo y la reclamación perpetua de desagravios. La víctima lo es para siempre por el propio interés de justificar sus crímenes, siempre se considera injustamente tratada y por tanto nunca está satisfecha, cualquier exceso cree tenerlo permitido pues siempre parte de una injusticia imposible de compensar. 

 

*

 

              El arte es aquello que nos saca de aquí, dijo Pessoa. 

 

*

 

         El paso por la universidad se ha considerado en España casi como una condición sine qua non para ser algo en la vida. Es un pensamiento tan cojo como cualquier otro prejuicio, pero es una realidad sociológica en un país que tradicionalmente ha despreciado el trabajo manual. Debemos ser los tíos del mundo que más envidiamos el vivir sin dar golpe; será cosa de la herencia católica, tan contrapuesta a la calvinista. Nunca he destacado por mi valentía, así que me sometí a ese prejuicio sin demasiada resistencia y sin ninguna vocación. Dicho esto, reconozco que me divertí mucho en mi época de estudiante, que apenas pisé un áula y que salí de allí sabiendo lo mismo que el resto de mis compañeros: nada.


*


         La  carrera de Derecho me ha servido para dejar de ser anarquista y para entender la vida como un conglomerado de egoísmos en competencia. El Derecho tiene en común con la Literatura que ambos tratan de explicar la existencia con palabras. Sin embargo, el Derecho es más ingenuo que la Literatura porque tiene de sí mismo la impresión de que sirve para algo. La Literatura, afortunadamente, es el territorio de la inutilidad consciente. 


http://miquelsilvestre.com/

 

0 comentarios