Aristófanes
PRAXÁGORA.-(A los espectadores.) Pues bien; que nadie me contradiga ni interrumpa antes de conocer mi sistema y de haberme oído. Quiero que todos los bienes sean comunes, y que todos tengan igual parte en ellos y vivan de los mismos; que no sea éste rico y aquél pobre; que no cultive uno un inmenso campo y otro no tenga donde sepultar su cadáver; que no haya quien lleve cien esclavos y quien carezca de un solo servicio; en una palabra: establezco una vida común e igual para todos.
BLÉPIRO.-¿Cómo podrá ser común a todos?
PRAXÁGORA.-(Con un movimiento de impaciencia.) Comiendo tú estiércol antes que yo.
BLÉPIRO.-¿También será común el estiércol?
PRAXÁGORA.-¡No, por Zeus! Pero me has interrumpido. Iba a decir que haré primero comunes los campos, el dinero y las demás propiedades. Y después, con todo este acervo de bienes, os alimentaremos, administrándolos económica y cuidadosamente.
BLÉPIRO.-¿Y el que no posea tierras, sino dinero, dáricos y otras riquezas que no están a la vista?
PRAXÁGORA.-Las aportará al acervo común; de lo contrario será reo de perjurio.
BLÉPIRO.-Es decir, por lo mismo como las ganó.
PRAXÁGORA.-Pero no le servirán absolutamente de nada.
BLÉPIRO.-¿Por qué?
PRAXÁGORA.-Porque nadie hará nada impelido por la pobreza. Todo será de todos: panes, pescados, pasteles, túnicas, vinos, coronas, garbanzos. ¿Qué provecho se obtendría de no ponerlo todo en común? Dinos tu opinión sobre esto.
BLÉPIRO.-¿Los que disfrutan de todas esas cosas no son, hoy, los que más roban?
PRAXÁGORA.-Hasta ahora, sí, amigo mío; pero cuando todo sea común, ¿qué provecho podrá haber en no traer su parte?
BLÉPIRO.-Si alguno ve a una linda muchacha y desea gozar de sus encantos, con los bienes reservados podrá hacerla un obsequio, y de este modo obtener su amor, sin dejar de percibir su parte de los bienes comunes.
PRAXÁGORA.-Es que lo podrá obtener gratis. Pues yo haré que las mujeres sean también comunes, de suerte que puedan acostarse con los hombres y hacer hijos con cualquiera.
BLÉPIRO.-¿Pero cómo podrá ser así si todos se dirigirán a la más bonita y tratarán de poseerla?
PRAXÁGORA.-Las más feas e imperfectas estarán junto a las más lindas, y todo el que solicite a una de éstas deberá antes consumir un turno con las primeras.
BLÉPIRO.-Pero ¿no ves que, conforme a tu sistema, los ya machuchos flojearemos cuando lleguemos a las hermosas?
PRAXÁGORA.-No les dará ningún cuidado.
BLÉPIRO.-¿De qué?
PRAXÁGORA.-Tranquilízate, no les importará gran cosa.
BLÉPIRO.-¿El qué te digo?
PRAXÁGORA.-Acostarse o no acostarse con viejos como tú.
BLÉPIRO.-Veo que, en cuanto a vosotras, habéis tomado todas las precauciones para que ninguna carezca de galán. Pero ¿y los hombres? ¿Qué haremos? Porque es de suponer que las mujeres rechazarán a los feos y se entregarán a los hermosos.
PRAXÁGORA. Los feos acecharán a los hermosos al salir de los banquetes y en los lugares públicos y tampoco se permitirá que las mujeres cohabiten con los buenos mozos sin haber cedido antes a las instancias de los deformes y chiquitejos.
BLÉPIRO.-De suerte que la nariz de Lisíscrates, el chato, podrá competir ahora con los más gallardos mancebos.
PRAXÁGORA.-¡Sí, por Apolo! Esta decisión es eminentemente democrática. ¡Qué mortificación para esos vanitontos que llevan los dedos cargados de sortijas, cuando un viejo calzado con gruesos zapatones le diga: Amigo mío deja el paso al más anciano; espera a que yo haya concluido; resígnate a ser plato de segunda mesa.
BLÉPIRO.-Pero si vivimos de esa manera, ¿cómo podrá cada cual reconocer a sus propios hijos?
PRAXÁGORA.-¿Y para qué? Los jóvenes considerarán como padres a todas las personas de más edad.
BLÉPIRO.-Pero entonces, a pretexto de ignorarlo, ¿no estrangularán sin ningún empacho a todo viejo, cuando ahora lo hacen, sabiendo a ciencia cierta que son sus padres?
PRAXÁGORA.-Nadie lo permitirá, de ahora en adelante. Antes, a nadie le importaba que apaleasen a los padres ajenos; pero ahora todo el mundo, en cuanto oiga que ha sido maltratado un anciano, le defenderá en la duda de si será su propio padre.
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