Nulla etica sine estetica
«El caso es impresionante: el tipo, encarcelado por un asesinato, escribió una serie de libros autobiográficos en prisión que tuvieron cierto éxito; la intelligentsia austriaca (por ejemplo la Nobel Jelinek) se juntó para declararlo rehabilitado y exigir su libertad. Lo consiguieron. El tipo salió libre y el Estado le subvencionó su carrera literaria y todas las vienesas se enamoraron de él. De repente aparecen unas prostitutas asesinadas en los bosques de Viena. El tipo investiga los hechos y hace programas de radio sobre ellos. Luego se va a Los Ángeles a hacer un reportaje sobre las prostitutas de ahí. Bueno, ya te puedes imaginar: el reportero es el asesino...»
La cuestión básica: cómo algunos intelectuales creen obrar éticamente, tan sólo guiados por su viciosa fascinación estética.
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