Por qué dejé la derecha
1. Por el apoyo a fascistas tanto en EEUU (v.g.: Pat Buchanan, Robert Stacy McCain, etc.) como en Europa (v.g.: Vlaams Belang, BNP, SIOE, Pat Buchanan, etc.).
2. Por el apoyo a la intolerancia, el odio y el supremacismo blanco (v.g.: Pat Buchanan, Ann Coulter, Robert Stacy McCain, Lew Rockwell, etc.).
3. Por apoyar que se mande a las mujeres de vuelta a la Edad Media, y el fanatismo religioso en general (v.g.: Operation Rescue, grupos anti-aborto, James Dobson, Pat Robertson, Tony Perkins, toda la derecha religiosa, etc.).
4. Por el apoyo a la locura anti-científica (v.g.: creacionismo, negacionismo climático, Sarah Palin, Michele Bachmann, James Inhofe, etc.).
5. Por el apoyo a la intolerancia homófoba (v.g.: Sarah Palin, Dobson, toda la derecha religiosa, etc.).
6. Por el apoyo a la locura anti-estado (v.g.: tea parties, milicias, Fox News, Glenn Beck, etc.).
7. Por el apoyo a teorías conspirativas y el discurso del odio (v.g.: Alex Jones, Rush Limbaugh, Glenn Beck, Birthers, creacionistas, negadores climáticos, etc.).
8. Una blogosfera de derechas casi universalmente dominada por un discurso furioso del odio (v.g.: Hot Air, Free Republic, Ace of Spades, etc.).
9. Intolerancia anti-islámica que va más allá de la simple crítica del islam radical, y llega al apoyo del fascismo, la violencia y el genocidio (v.g.: Pamela Geller, Robert Spencer, etc.).
10. Odio al presidente Obama que va más allá de la simple crítica de sus políticas y llega al racismo, el discurso del odio y a formular teorías conspirativas estrafalarias (v.g.: imágenes de Obama como hombre-medicina, tea parties, The Birthers, Michelle Malkin, Fox News, World Net Daily, Newsmax y todas y cada una de las las fuente de derechas).
Y mucho, mucho más. La derecha americana ha descarrilado, se ha echado al monte y está al borde del precipicio.
Yo no pienso saltar con ella.
Charles Johnson, Little Green Fotballs 30/11/09
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Dejar la derecha
Es una formulación chocante, en cierto sentido, pues la “derecha” no es verdaderamente una sola entidad. Pero, en cuanto significa el modo dominante de discurso entre las instituciones, blogs, revistas y periódicos que apoyan al “GOP”, Charles Johnson tiene toda la razón, a mi juicio, en bajarse del carro por las razones que ha expuesto. Lean su testamento. Está lleno de emoción, pero también de honradez.
La relación de un escritor con un partido o movimiento está, por supuesto, abierta a debate. Entiendo el argumento de Jonah Goldberg de que la política no se refiere al puro individualismo intelectual; requiere entender el poder, su organización y las opciones reales que la política real exige. Se pueden sostener ciertos principios como inviolables y aún así estar dispuesto a apoyar políticos o gobiernos que los violan porque son mejores que las alternativas reales de que se dispone. Tambien entiendo la necesidad emocional, ceteris paribus, de tener una posición partidista “por defecto”.
Pero ha de llegar un momento en que un movimiento o partido abanone hasta tal punto sus principios nucleares o degenere en tal sumidero retórico que uno se vea obligado a adoptar una posición. Me parece que este es un momento crítico para que más gente cuyos principios reposan de manera amplia en el centro-derecha lo haga -frente a la degeneración conservadora que tenemos delante. Los que han tomado dicha posición -en un grado u otro- reclaman respeto. Y este blog, aunque mantiene su resistencia a las camarillas, ha enlazado con gusto a escritores tan variados como Bruce Bartlett, David Frum, David Brooks, Steve Chapman, Kathleen Parker, Conor Friedersdorf, Jim Manzi, Jeffrey Hart o Daniel Larison, que han roto filas en un sentido u otro.
No puedo presumir del mismo coraje que esta gente porque siempre he sido voluble en términos partidistas. El haber apoyado a Reagan, a Clinton, a Dole, a Bush, a Kerry y a Obama sugiere que nunca tuve un partido que dejar. Creo que puede ser por no haber nacido aquí. No siento lealtad profunda hacia ninguno de los dos partidos americanos, ni en mi corazón, ni por mi familia, ni por mi formación y experiencia; y admiro a presidentes de ambos partidos. Mi afiliación sigue siendo puramente británica: soy un Tory leal. Pero mi apego a la tradición política conservadora anglo-americana, tal como yo la entiendo, es real y profundo, y resultado de una reflexión sincera sobre el mundo tal como lo veo. Y quiero que dicha tradición sobreviva porque creo que es un complemento vital al progresismo en el mantenimiento del genio y la maravilla del Occidente moderno.
Por estas razones me resultó intolerable apoyar el movimiento que se hace llamar “conservador” en Estados Unidos después de 2003. Y todavía me resulta, a pesar de que soy mucho más partidario del estado limitado que casi ningún demócrata, y no puedo llegar a llamarme progresista (porque no lo soy). Mis razones no son muy distintas de las de Charles Johnson, que, como yo, se sintió horrorizado por el 11-S, odia el yihadismo y quiere derrotarlo de manera tan efectiva como sea posible. Y su pequeño manifiesto me anima a escribir el mío propio (la versión íntegra está en The Conservative Soul). Ahí va:
No puedo apoyar un movimiento que proclama creer en el estado limitado pero promovió una presidencia sin límites en política interior e internacional, que asumió poderes dictatoriales ilegales y extra-constitucionales hasta que el sistema la forzó a regresar al imperio de la ley.
No puedo apoyar un movimiento que disparó el gasto y el crédito y culpa a su sucesor de la deuda.
No puedo apoyar un movimiento que abandonó de tal manera el papel mínimo y vital del estado en la regulación de los mercados y la protección frente a los desastres naturales, que nos trajo el Katrina y la debacle financiera de 2008.
No puedo apoyar un movimiento que mantiene la tortura como valor central.
No puedo apoyar un movimiento que mantiene que doctrinas puramente religiosas deberían regir decisiones políticas civiles y que emplea la santidad de la fe religiosa para perseguir el poder terrenal.
No puedo apoyar un movimiento que es profundamente homófobo, que se vale del miedo a los homosexuales para ganar votos, y que desprende tal olor a racismo que su cuota de voto entre las minorías es lamentable.
No puedo apoyar un movimiento que no tiene verdadero respeto por las instituciones del estado y está presto a usar cualquier táctica y cualquier medio para luchar en la contienda política antes que mantener un debate.
No puedo apoyar un movimiento para el que la guerra permanente es compatible con las reglas democráticas liberales y el estado limitado.
No puedo apoyar un movimiento que criminaliza el comportamiento privado en la guerra contra las drogas.
No puedo apoyar un movimiento que respalda un candidato a vicepresidente manifiestamente incompetente e hipócrita por política de la identidad y cinismo electoral.
No puedo apoyar un movimiento que considera a los gays una amenaza para sus propias familias.
No puedo apoyar un movimiento que no acepta la evolución como un hecho.
No puedo apoyar un movimiento que ve un fraude en el cambio climático y ofrece la exploración de las reservas domésticas de petróleo como piedra angular de la política energética.
No puedo apoyar un movimiento que se niega siempre a subir los impuestos sin proponer ninguna reducción significativa del gasto público.
No puedo apoyar un movimiento que rechaza distanciarse de un demagogo como Rush Limbaugh o un chalado como Glenn Beck.
No puedo apoyar un movimiento que cree que los Estados Unidos deberían ser la única superpotencia, deberían mantener una maquinaria bélica para patrullar todo el planeta, y que entiende la violencia como la herramienta fundamental de las relaciones internacionales.
¿Me convierte esto en un “izquierdista radical”, como diría Michelle Malkin? Rotundamente no. Pero está claro que me descalifica como miembro de la actual derecha americana.
Parafraseando a Reagan, yo no dejé el movimiento conservador. Él me dejó a mí.
Y cada vez estoy menos solo.
Andrew Sullivan, The Daily Dish 01/12/09
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