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Acerca de los toros

 

 

1. A cada uno que le parezca bien o mal, pero es evidente que el Parlament de Catalunya tenía un interés identitario en este asunto.

2. Horrach dice cosas muy interesantes y que entiendo. Pero yo he visto corridas, conozco forofos taurinos, etc. Y seamos sinceros: la realidad de las plazas no es esa. No son egregios ciudadanos expiando nada, ni participando de un espectáculo casi sagrado. A estas alturas, eso ya no existe y todo es bastante más asqueroso. ¡Hay más sacralidad en el fútbol!. Por eso creo que se está pidiendo, mediante argumentos valiosos, que se conserven los toros para que realicen una función que, en realidad, no realizan. ¡Por Dios, si allí solo hay mugre!

3. No sé si los animalistas son resentidos, totalitaritarios, yihaidistas, etc. Entre los que yo conozco, algunos son extraordinarios. Y los que no, en general, es porque son tontos. Lo que sí creo es que el tema no es ese. El tema es que un ser racional, consciente de la existencia del dolor, produce dolor en otro ser vivo, con terminaciones nerviosas, y lo hace a conciencia. A mí lo que me vale es lo que ocurre en la conciencia de esa persona, de ese individuo que clava el estoque; lo demás son discusiones secundarias. Y yo no puedo pensar bien de quien asume el papel de torturador de un ser vivo, francamente. Al menos, cuando hace eso no está haciendo nada que a mí pueda parecerme defendible. Yo no lo haría.

4. Supongo que quien es antitaurino es vegetariano. Cualquier otra cosa es de una hipocresía y ridiculez realmente INCREÍBLE. O sea, el espectáculo público en el que el animal tiene un papel, un nombre propio y un aura de respeto os parece fatal, eliminable, vergonzoso, etc. Pero en cambio, os jaláis un bistec sin rebozo, sólo porque los medios de comunicación no muestran esto:

http://www.vimeo.com/igualdadanimal

Francamente, creo que hay debates a los que la gente se lanza de cabeza sin fundamentar bien sus posturas, ni revisar en profundidad su papel en el conflicto que se discute. ¿Prohibirá el Parlament de Catalunya la tortura sistemática y verdaderamente totalitaria de miles de cerdos en Olot? Supongo que no necesito responder.

5. Yo ni soy vegetariano ni me he volcado nunca en la causa antitaurina, todo sea dicho. Pero me hacen gracia quienes se van a dormir muy contentos de ser tan buenas personas después de ciscarse en los toros, sin abordar la complejidad del asunto. ¡Qué barata sale la buena conciencia! -¡Ojo! Todo esto no lo digo por Cisne, que es un tipo de ley-

 

Anónimo

 

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Ni animalista, ni identitario ni ideológico.- Daniel Tercero

 

Los caminos que parten de Rousseau siempre desembocan en Sade.

La necesidad de la tauromaquia.- Horrach

 

En el post, con mejor o peor fortuna, he intentado establecer una relación entre moralidad y publicidad. Por ejemplo, los sufrimientos ajenos que nos escandalizan moralmente son los que se interponen televisivamente entre nosotros y nuestro filete de ternera. Por eso sospecho que la indignación moral es una perversión ética, porque encuentra más noble la náusea que el apetito, así como encuentra más noble manifestarse contra las guerras televisadas que contra aquellas de las que se carece de imágenes.

Cabreado.- Gregorio Luri

 

Anselmi es el único individuo que conozco que ha ido a los toros a eso, a ver cómo torturan a un animal. A diferencia, naturalmente, de los aficionados, para quienes las faenas que redundan en molienda suelen ser un peaje indeseable.

La maté porque era suya.- Albert de Paco

 

La sensibilidad o el gusto estético (esa "estética de la generosidad" de la que hablaba Nietzsche) deben regular nuestra relación compasiva con los animales, pero desde luego no es una cuestión ética ni de derechos humanos (no hay derechos "animales"), pues la moral trata de las relaciones con nuestros semejantes y no con el resto de la naturaleza.

Vuelve el Santo Oficio.- Fernando Savater

 

 

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        El científico Wagensberg se presentó hace unos días en el Parlamento de Cataluña con su maleta de charlista y sacó un arsenal de picas, banderillas y estoques. A cada adminículo que presentaba a la observaciónde sus señorías iba diciendo: “¿Esto no duele?” Me decepcionó mucho su actuación. Era el único científico en un apogeo de lírica. Wagensberg no puede ignorar que la conciencia es, quizá, el primer problema de la ciencia contemporánea. Y que la percepción del dolor, como la del color, forma parte del problema. No hay acuerdo científico sobre los límites de la conciencia. Gentes como el neurocientifico Ramachandran concluyen que los animales, incluso los grandes primates, no sienten el dolor. Otros creen que la conciencia del dolor es incluso patrimonio genético de las lombrices. No hay conclusiones ni siquiera provisionales sobre el llamado “problema difícil” de la biología. Cuando Wagensberg decía “¿Esto no duele?” sólo podía referirse, honradamente, al hombre y no al toro.

Más allá de las trampas retóricas, el dolor es la clave de todo el debate taurino. Y el más grave problema para los taurófilos. No porque la neurociencia no pueda dictaminar aún si el dolor es un estricto patrimonio humano; sino porque el dolor, clave del debate como he dicho, es también la clave de la fiesta. El rito de la tauromaquia gira en torno del valor del hombre y la bravura del toro. La bravura no es otra cosa que la capacidad del toro de sobreponerse al castigo; de volver una y otra vez al caballo aunque sepa que allí le espera la brutal embestida de la pica. La lidia del toro bravo no es más que la lidia del dolor. A qué iba a decirse “con más cojones que un toro” si no se tratara de invocar también el tamaño moral. Cómo podrían ser los toros un encadenado de metáforas sobre la vida sin los eslabones del dolor.

Si la neurociencia lograra demostrar algún día que el toro cabecea cuando le clavan las banderillas, urgido por un reflejo que nada tiene que ver con el dolor humano, la principal víctima del descubrimiento sería la Fiesta. Todo su entramado, incluso estético, se organiza en torno a la humanidad del toro. No en vano el primer acto de la lidia es ponerle al toro un nombre. Esa humanidad pasa inexorablemente por el sufrimiento. Se acepta que la inteligencia del toro sea limitada: ¡y se desecha el resabiao! Pero la sangre debe ser inequívoca. Al toreo lo matará la ciencia. Bien porque demuestre con precisión insoportable que el dolor del toro es el del hombre, bien porque sostenga que la bravura es un engaño más eficaz que la muleta

Mientras tanto, quizá podamos disfrutar de esta hora incierta.

 

 

 

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