Clarice Lispector
Los judíos se van. Ella venía de Ucrania, fue acogida por la generación del 45 brasileño, desprendía endemetrio y murió —morire sua morte— de cáncer de ovario. Bella como una orquídea, adalid de la palabra transida. Cuando merodea Ulises por Aprendizaje o El libro de los placeres se pierde una sirena de Herbert Draper.
Fue entonces cuando habían comenzado los encuentros: ella sólo parecía querer aprender de él algo y se había engañado pensando que quería aprender por el hecho de ser Ulises profesor de Filosofía, usándolo con esa esperanza. Cuando ésta murió, al ver que él no tenía la menor intención de enseñarle un modo de vivir filosófico o literario, ya era tarde: estaba sujeta a él porque quería ser deseada, sobre todo gustaba de ser deseada medio salvajemente cuando él bebía de más. Ya había sido deseada por otros hombres pero era nuevo tener a Ulises queriéndola y esperando con paciencia —incluso cuando estaba borracho, lo que no le dejaba fuera de control— y esperando con paciencia que ella estuviera preparada, mientras él mismo decía de sí mismo que estaba en pleno aprendizaje, pero tan lejos de ella que ella se transformaba en ínfimo cuerpo vacío y doloroso, únicamente eso. Y ella le anhelaba porque precisamente él le parecía ser el límite entre el pasado y lo que viniese —¿lo que vendría?—.
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Adivinó que él casi se adormecía, y entonces desprendió despacio su mano de la de él. Él sintió en seguida la falta de contacto y dijo entre despierto y dormido:
Es porque te amo.
Entonces ella, con voz baja para no despertarlo del todo, dijo por primera vez en su vida:
Es porque te amo.
p. 120 -
Dios no es inteligente, comprende, porque Él es la Inteligencia. Él es el esperma y el óvulo del cosmos que nos incluye. Pero yo quería saber por qué tú, en lugar de llamarlo Dios, como todo el mundo, le llamas el Dios.
Porque Dios es sustantivo.
Es la maestra la que está hablando.
No. Él es sustantivo como sustancia. No existe un adjetivo para el Dios.
"Sois dioses." Pero éramos dioses con adjetivos.
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A un movimiento suyo, el de echar el pelo hacia atrás, vio de de golpe el rostro de él, advirtió que él la miraba y que la deseaba. Sintió entonces un pudor que difería del que él ha´bia llamado pudor de tener un cuerpo. Era un pudor de quien también desea, así como Lori había deseado unir su pecho y sus miembros en el Dios. Al advertir muy claramente su propio deso, se volvió arisca y dura, y permanecieron en silencio el resto de la tarde. Ella se fue tranquilizando y perdió el miedo más grande que tenía: el de perderlo por retrasarse tanto.