Coser y cantar
El sol del día calentaba más, porque llegaba a su fin la primavera y el estío comenzaba. Otra vez disfrutaban de diversiones nuevas y propias del verano. Él nadaba en los ríos y ella se bañaba en los veneros; el uno tocaba la zampoña rivalizando con los pinos, la otra cantaba un desafío a los ruiseñores. Daban caza a los parleros grillos, cogían cigarras estridentes, recogían flores, remecían los árboles, comían fruta. Alguna vez, incluso, se echaron desnudos y se taparon con una sola piel de cabra, y fácilmente ella se habría hecho mujer si la sangre a él no lo turbara. Éste, sin duda también por miedo a que en alguna ocasión saliesen sus miramientos malparados, apenas dejaba que ella se desnudara, y de ello andaba Cloe muy extrañada, pero sentía vergüenza de preguntarle las razones.
(Longo, "Dafnis y Cloe", libro III, 24)
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La Celestina y la cirugía vaginal
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