Escepticismo y big bang
«Cultura vudú».
Estaba cantado que en algún lugar de los periódicos iba a encontrarme con el sintagma. Y es que alguien ha debido de hacerles vudú a los pobres haitianos. En algún lugar, pero no, desde luego, en la columna del divulgador científico Punset.
«Antes de inaugurar allí mi residencia de tres años, yo estaba convencido de la importancia de la ciencia y la tecnología; en otras palabras, que el ritmo de los cambios técnicos era más rápido y duradero que los cambios mentales. En Haití descubrí que aquellos podían palidecer y hasta desvanecerse bajo el influjo de la cultura vudú.»
No habría estado de más que Punset hubiese aludido al influjo de las matanzas de los Duvalier y a la utilización (puramente medieval) que hicieron de la santería para mantenerse en el poder.
Otro párrafo:
«Bastaba con contemplar a Origènes, el tonton-macoûte que me hacía de chófer, relacionarse con la gente, para descubrir que sabía menos política monetaria que yo, pero mil veces más de la química del amor y de las emociones humanas, del impacto del ritmo de la música y de la pintura naif en el alma naif. Desde entonces tengo una visión más equilibrada de la vida y del universo.»
Los tonton, es decir, los matones de los Duvalier. Bien, de acuerdo, no todos lo serían. Pero ese «mil veces más». Ese obsceno tópico dualista de que la razón reemplaza a la emoción. Que la aniquila.
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Menos interesante que la de otros años. Y más previsible. Y hasta un punto magufa. Porque, en efecto, la hipótesis de que internet haya cambiado nuestro modo de pensar parece más poética que científica. Pensamiento geek. En este sentido, la respuesta de Pinker es convincente y terminante. Me interesa mucho lo que dice Rich Harris, como siempre. Que poco tiene que ver con la pregunta.
«Internet dispensa información del modo en que un bote de ketchup dispensa ketchup. Al principio había muy poca, ahora hay mucha. En medio, hubo la quietud del punto medio (just-enoughness). Para mí duró diez años. Fueron los mejores años de mi vida.»
Humm... Tan nuevo e internet ya segrega melancolías. El estilo extraño, tan seductor, de pensar y de decir de Harris. Quizá haya algo veraz ahí que sobrepasa la melancolía y los buenos tiempos previos a que los bárbaros descubrieran la red. Algo más, tal vez, que la constatación de que todo acaba por joderse.
Hace diez años ocurrió el big bang. Y estamos saliendo del paraíso. Es decir que lo bueno viene ahora. Pero duele, claro. Lo real duele.
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